Había una vez que mordía en su clase. Además era muy tonto, uno más uno decía que era dieciséis.
Y un día vino una señorita, le mordió y le hizo la zancadilla a un niño que se llamaba Alejandro G. Rubén, que era un niño muy listo, descubrió que el pez tenía una pequeña astilla clavada en la aleta.
Con unas pinzas se la quitó.
Ya nunca más volvió a morder.
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